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lunes, 25 de noviembre de 2019

HISTORIAS DE CORSARIOS.


HISTORIAS DEL MAR.

RECORDAR ES VIVIR, POR JUAN E. PRADES BEL (Taller de historia, memorias y patrimonios).


HISTORIAS DE CORSARIOS: EL CAPITÁN MAKATER. ANALES MARÍTIMOS.

Escribe: JUAN EMILIO PRADES BEL.

INTRODUCCIÓN: Entre las páginas de la Gaceta de Madrid publicada el día 6 de febrero del año 1841, se daba cuenta de los avatares de cuatro años de incursiones de guerra naval del corsario Makater y su famoso barco la Princesa Negra. El texto de la Gaceta es una carta e informe oficial de los hechos, y textualmente dice así (sic):

EXPOSICIÓN DOCUMENTAL: El capitán Makater. Anales marítimos.
Gaceta de Madrid:
núm. 2302, de 06/02/1841, páginas 3 a 4.
TEXTOS: EL CAPITAN MAKATER.
ANALES MARÍTIMOS. Entre los muchos capitanes corsarios que se hicieron célebres en las aguas de la Mancha durante la guerra marítima de 1778, fue sin duda el que más sobresalió por su arrojo y nombradía el famoso Makater, cuyo nombre llegó á hacerse tan popular en Querburgo. En punto á valor en nada cedió á los Montbart y á los Monteuban, famosos “flibustieros”, que atronaron los mares del Nuevo Mundo con el estruendo de sus hazañas: ni en los tiempos modernos los Sourconf, ni los Balidar rayaron tampoco más alto que él. Este intrépido marino, á quien ningún obstáculo hacia volver atrás, que no conocía el miedo delante de ningún peligro; este hombre extraordinario, que hacía frente sobre un débil bajel á las tempestades más furiosas; que cifraba su placer en desafiar á la muerte en medio de las balas; este héroe, que jugaba con los elementos, era un paisano irlandés de las cercanías de Londonderry , que por largo tiempo había ejercido la piratería en los mares de América; y habiéndose visto en la necesidad de emigrar para libertar su cabeza de la espada de las leyes de su país, y sustraerse á la horca, llegó por fin á Francia pobre y cubierto de cicatrices por los años de 1774. Cuando el Gabinete de Versalles reconoció la independencia de América y se declaró la guerra con la Gran Bretaña, obtuvo Makater el mando de un bergantín corsario armado en Dunkerque de 22 cañones, que se llamaba la Princesa Negra y volaba sobre las aguas con la agilidad de las golondrinas. Este corsario hizo su primera salida en una mañana muy cargada de enero de 1779. Aquel mismo día al oscurecer empeñó un combate con dos buques guarda-costas: echó el uno á pique, y tomó el otro al abordaje. Durante la noche vogó hacia el Támesis, avanzando hasta más allá de Gravesend, y pasó bajo el cañón de un buque, que creyéndole inglés, no le opuso el menor obstáculo. Seis embarcaciones mercantes estaban ancladas más arriba en el rio. Makater echó sus botes al agua, y se hizo dueño de ellas mientras sus tripulaciones dormían tranquilamente. Echó á pique dos que estaban hacia la parte del Este, y se llevó las otras cuatro después de haber puesto su gente á fondo de cala. Cuando llego cerca del buque, junto al cual había va pasado, dejóse oír un solemne allsivell del oficial de cuarto. El corsario respondió en ingles con su bocina á este grito marítimo, y pasó libremente. Al desembocar del Támesis apresó Makater una goleta cargada de cáñamo y de brea que venía de Cariskroon con rumbo á Chatam. Una legua más allá se apoderó del brik el “Afortunado” que vogaba de Dundee á Londres con cargamento de trigo. Tripuló con gente suya, después una balandra de placer que había salido de Mildderbourg con la familia de un miembro de la Cámara de los Lores. Y por último encontró otros dos buques de tres palos que navegaban de Limerich a Londres protegidos por una corbeta de 22 cañones. Aunque iba reducida á la mitad de su gente por haber puesto la restante á bordo de sus presas, Makater no titubeó un momento en atacar á la corbeta inglesa. Se precipitó sobre ella, y largó una andanada, á que contestó el enemigo con toda su batería de estribor, empeñándose en seguida un reñido combate. Las fuerzas de ambas partes eran iguales con corta diferencia; pero la Princesa Negra tenía el viento favorable, y supo sacar partido de esta gran ventaja. Jugaba la artillería con un estruendo que parecía aumentarse por momentos, cuando aprovechando el corsario una maniobra falsa de su antagonista, le largó, enfilándole, una andanada que echó abajo sus palos mesana y mayor, cortó sus cables, y barrió su cubierta. La corbeta así desmantelada, izó su pabellón. En la media hora que duraría el combate, huyeron á todo trapo hacia el Támesis las otras embarcaciones. Makater las perdió; pero era dueño de su escolta; captura infinitamente más gloriosa, y que coronaba más dignamente el primer paso del corsario. La Princesa Negra entró de vuelta en Dunkerque después de 22 horas de ausencia, conduciendo bajo su pabellón cinco navíos mercantes, una embarcación de placer, un buque de guerra, y el bergantín que había apresado apenas salió a la mar, y que entró la misma mañana, causando el resultado de esta expedición de un día, el asombro y admiración de los habitantes de Dunkerque. Makater volvió á bordo con su gente después de una hora le desembarco, y las mismas olas que le habían conducido al puerto, volvieron á alejarle de él impelidas por un viento fresco que favorecía su rumbo hacia el Norte. El tiempo estaba sereno, el viento soplaba bastante vivo, y atravesando la luna un claro entre las nubes, plateaba con su melancólica luz las caprichosas ondas del mar. Como á las dos de la mañana topó el corsario en sus aguas un convoy de 12 buques escoltado por una goleta y un bergantín de 16 cañones. La Princesa Negra cargo sobre este último buque, y le soltó una andanada, haciendo un destrozo tal en el aparejo del pobre bergantín, que hubo de izar su bandera sin quemar un cebo; la goleta siguió su ejemplo, y todo el convoy fue apresado en un momento. Estos buques iban cargados de trigo de Bremen á Londres por cuenta de la marina Real inglesa. Volvio el corsario con el día al puerto donde había sido armado con sus 14 presas, que componían casi una flota entera; y Makater apareció como un hombre extraordinario, á quien sus prodigiosos hechos de armas, engrandecidos más por la fama, hacían el terror del comercio inglés. Dunkerque vió renovarse entonces los rasgos de valor y hechos heroicos de que un siglo antes le había dado Juan Bark tantos ejemplos. Después de estas hazañas fue cuando Makater vino á surcar las aguas de la Mancha y á llenarlas de espanto y de terror. No tardó su buena estrella en ofrecerle ocasiones para señalarse con nuevas proas, y á los dos días de navegación se apoderó de un buque cargado de lino que había salido de Baltimore en Friande, y navegaba con rumbo á Altona. Al siguiente apresó otro bergantín que iba de BeIfast a Hoorn con un gran cargamento de cobre y de estaño, apoderándose a eso de medio día de un sloop guardacostas y de una docena de velas que bajo su protección pescaban. Entró en el puerto de Dieppe con sus 15 embarcaciones, y siguió su derrotero hacia el Oeste. Detenido una tarde de calma á la vista de un gran buque que la bruma del mar le impedía ver distintamente, Makater naturalmente colérico, se consumía de impaciencia viéndose elevado á guisa de mojón en medio de las aguas, y las maldecía, y maldecía el viento arrebatado de furor. Por fin durante la noche vino una ligera brisa con la marea, y el impetuoso corsario, rompiendo el freno que le detenía, avanzó a toda vela hacia el buque que estaba delante de él. Era la fragata Hibernia, de 32cañones, capitán Coockburn. Cuando Makater pudo reconocerla á través de las brumas y del velo de la noche, estaba ya demasiado cerca para rehuir el encuentro: fue preciso; pues aceptar el combate. Después de una lucha encarnizada que duró más de dos horas, el corsario tomó al abordaje á su poderoso adversario; pero tan mal trecho quedó el vencedor en la lid, que hubo de emplear infinito trabajo para ganar el puerto de Havre, teniendo el buque apresado que hacer otro tanto. Uno y otro arribaron en el estado más lastimoso. Acribillado el casco á balazos, desarbolado, rasgado el velamen y destrozado su aparejo, todo anunciaba que la Princesa Negra había comprado muy cara su victoria. Tales y tan grandes fueron las averías que experimentó este buque, que su reparación llevó cerca de tres meses de trabajo. Cuando llegó á encontrarse en estado de volver al mar, Makater se apresuró á dejar el Havre, en donde acababa de consumir un tiempo mucho más penoso para él que la campaña más laboriosa. Dio la vela una hermosa tarde de los últimos días de abril, y navegó á todo trapo hacia Portsmouth. La fortuna, que secundaba siempre su valor, le proporcionó en medio del canal un encuentro con un corsario inglés, que conducía dos presas que acababa de hacer. Makater hizo arriar bandera al inglés, y dió la libertad á los dos buques franceses, de los cuales uno era de Gravelines, y el otro por una rara y feliz casualidad pertenecía justamente á uno de los que habían armado el buque libertador. Después de una semana entera de mal tiempo, consumida en cruzar infructuosamente las costas de Inglaterra, cayó la Princesa Negra sobre dos embarcaciones de tres palos y un bergantín, que los vientos contrarios detenían en la pequeña isla de Rocken. No necesitó más que presentarse para hacerse dueño de estos tres bajeles, que arribaban el uno de Porto y los otros dos de Málaga y Alicante con un rico cargamento de vinos para Londres. El corsario se llevó también otro bergantín surto en la misma costa, que venía de Faro y de Tavora, igualmente cargado de vino, y detenido también por el viento contrario, apoderóse luego de un sloop de Cardiff, de un barco costeño de Tayne, y de un barquichuelo de la marina Real desmantelado en una arriada por un huracán. Tres días de un viento tempestuoso no le permitieron alejarse de la costa de Rocken; al cabo de ellos comenzó a calmar el viento, las olas se amansaron, y nuestro corsario aprovechó el buen estado del mar haciéndose á la vela para F rancia con sus trofeos. En su travesía apresó en las inmediaciones de Aúrigny un buque de tres palos de la compañía de las Indias, que maltratado por un temporal sobre la costa de la Hogue, habíase visto forzado á arribar á la ensenada de Vauville con un precioso cargamento de azúcar y café que traía de las Antillas. Llegó Makater con sus presas á la rada de Querburgo el dia 30 de Mayo de 1779, y saludó á la plaza con una triple descarga de toda la artillería de sus dos bandas. Entró en el puerto seguidamente y desembarcó entre la multitud que se agolpaba al muelle para ver al terrible corsario, era un hombre como de 45 años, de regular estatura, pero grueso y de una constitución fuerte; su ancha espalda y sus nervudos brazos revelaban bien la fuerza hercúlea de que estaba dotado; su fisonomía, en la que su alma estaba fielmente retratada, dejaba traslucir cierta fiereza y anunciaba un carácter muy duro. Cubría su cabeza una peluca negra (que todos los oficiales de marina llevaban), cuyo género de peinado, realzando su aspecto marcial, le daba un aire de aspereza que le había valido quizá la sumisión de más de un inglés. El capitán de la Princesa Negra se alojó en la fonda de Inglaterra, donde solía parar las veces que saltaba en tierra. Con la marea de la tarde salía al mar, y las mismas olas, á la mañana siguiente le volvían á traer con sus ricas presas. Continuamente se le veía entrar con buques ingleses, tanto que durante el verano y el otoño de 1779 llenó con sus capturas los muelles de Querburgo y Saint-Malo. Así resonaba en todos los puertos de la Mancha el nombre de Makater y el estruendo de sus victorias. Estos hechos brillantes, estos trofeos de un momento de valor, ricos despojos que podían hacer la suerte de una familia, habían exaltado la imaginación de todos los habitantes de la costa, y todo el mundo ya quería ser corsario con la esperanza de enriquecerse en una sola noche de fortuna. Un viejo de Querburgo, que entonces era joven, nos ha referido que habiendo querido matricularse en la tripulación de la Princesa Negra, fue presentado al capitán por su segundo en el mando el lugarteniente Gilles. Ola, amigo, ¿queréis servir conmigo á bordo? le dijo Makater: concedido; pero ha de ser con una condición. Conmigo es preciso vencer ó morir. Si sales bien, tendrás oro en abundancia; si te matan, te echaremos al mar para que se regale con tu cuerpo algún pez hambriento. Pero ¿creeis que moriré en el primer encuentro? respondió el mozalbete. No sé nada. De todos modos, no quisiera yo que mi cuerpo sirviera de pasto á un requin. Pues ¿dónde querías que le pusiéramos? ¿En una caja rellena de algodones? La idea de ser uno muerto ¡Cómo qué, villano, disputas con la muerte, y no la has visto todavia!, ¡Regateas ya los sablazos que aún no has visto relucir!, !Anda en hora mala, que yo no quiero á bordo cobardes como tú!. Por aquí se ve que Makater no se esforzaba en infundir aliento a sus reclutas: este terrible lobo marino necesitaba hombres que tuvieran en poco la vida; que marcharan alegres á buscar los peligros, y que estuvieran siempre dispuestos á arrastrar una muerte que menospreciaban. En el otoño que corría, la Princesa Negra salió de Querburgo para cruzar las costas de Inglaterra, y después de haber navegado muchos días sin hacer ninguna captura, Makater echó al agua sus botes una noche tempestuosa, y arrebató dos buques surtos en el puerto de Darmouth, que condujo á Saint-Malo con otra pequeña embarcación de Donegall, que atrapó en la travesía á la altura de Casquéts. En seguida marchó á cruzar las aguas de Jersey, en donde halló un gran corsario de esta isla, y trabó con él el combate más reñido quizá que ha sostenido corsario alguno. Tres horas duró la lucha: Makater intentó el abordaje por dos veces, y otras tantas fue rechazado por los bravos marinos que hormigueaban en la cubierta de su adversario. Al fin rendidos de fatiga, desmantelados y haciendo agua por todas partes los dos buques, cesaron en un combate que probablemente solo hubiera terminado con la pérdida de entrambos. El isleño entró á duras penas en el puerto de Saint-Helier, y la Princesa Negra tornó á Saint- Malo con sus obras vivas y muertas despedazadas por la metralla, las velas como un tul , 25 balazos y 50 hombres fuera de combate. Carenado el buque y cubiertas las bajas de la tripulación, volvió Makater al mar, y esta salida fue tan dichosa, como la anterior había sido desafortunada. A pesar de eso corrió más de una vez graves riesgos, estando muy á punto de haber sido apresado. Habiéndole dado caza dos barcos ingleses, de los que no le era posible evadirse huyendo, se refugió entre unos escollos en medio de los rompientes, adonde por la corriente de las aguas no podían aproximarse los dos buques perseguidores para atacarle. Esperaba salir de su embarazosa situación á favor de la marea; pero el enemigo, adivinando su proyecto, resolvió hacerse dueño de él sobre la marcha, y al momento se presentaron ocho barcos llenos de gente para aniquilar á nuestro corsario. Makater se preparó á recibirlos como buen francés, y cuando estuvieren á distancia conveniente, con goas y balas de cadena, que acribillaban las barcas, en tanto que la mosquetería, acribillándolos con un fuego bien nutrido, y la artillería, vomitando metralla, causaban gran destrozo en los barcos y en la gente. Cinco peniches se fueron á pique, y más de 150 ingleses perdieron la vida en este encuentro. Subió á poco la marea, y se salvó el corsario, entrando á los pocos días en Querburgo con tres presas, de las cuales la que menos valía 1009 escudos en metálico. Makater tenía la costumbre de celebrar la vuelta de sus expediciones con orgias á que convidaba á todos los capitanes corsarios, gastando en estos festejos sumas enormes de dinero. Pocas veces le llegaban 19 escudos para una comida. Para ir al café de París que estaba enfrente de la fonda de Inglaterra, donde paraba, solía trasladarse en posta con seis caballos y dos postillones, pero daba la vuelta á la ciudad con este aparato antes de entrar en el café, en donde muchas veces lo hacía todo pedazos por el placer de pagarlo. Los marineros de la Princesa Negra cargados también de oro imitaban en tales días los excesos de su digno capitán entregándose á todo linaje de locuras, maltratando á los paisanos, y trabando continuamente sangrientas pendencias con los soldados suizos del regimiento de Walderner, que estaba de guarnición en Querburgo. Una vispera del día de Reyes Makater se puso de acuerdo con toda su gente para comprar á cualquier precio todas las aves que hubiese en la plaza, muy á disgusto de los despenseros que suplicaban á los marinos les cedieran los gansos para celebrar el día de Reyes. Los marineros ataron las aves unas á otras haciendo varias parvas de pájaros, y con largas cuerdas las llevaron arrastrando por las calles al puerto, en donde las repartieron a quien las quiso. De vuelta de una nueva correría con presas de gran valor por el Carnaval de 1782, no sabiendo Makater qué nuevos medios de diversión imaginar, tuvo la ocurrencia de entretenerse en una orgia del martes de Carnaval haciendo calentar en una trébede abundancia de escudos que arrojaba luego candentes á la calle por las ventanas de la fonda, disfrutando gran placer cuando veía las turbas arrojarse sobre estas monedas ardiendo, que abrasaban sus manos al tiempo de cogerlas. No contento con esta prodigalidad extravagante, tomó la posta y se fue al café, en donde presidió un ponche de 80 bolsas. Makater hacia continuamente sus salidas al mar, y eran á cual más felices. En una de ellas se encontró una noche de niebla con un buque que juzgó enemigo, y del que no se hizo dueño sino después de un serio combate. Justamente era un corsario de Saint-Malo que mandaba un amigo del vencedor. Mi querido colega, le dijo Makater, maldigo la fatalidad que nos ha juntado para matarnos gente y ametrallar nuestros buques; pero por otra parte me alegro de haberte batido. El otro día asegurabas que eras tan valiente como yo; es posible ... Pero menester sería que confieses que si somos iguales en valor, no lo somos en fuerza. Y los dos amigos se separaron más amigos que antes. En otra excursión apresó todavía Makater varias embarcaciones; pero estas presas fueron recobradas, y el mismo Makater, perseguido por fuerzas superiores, tuvo apenas tiempo para salvarse en Querburgo. Este primer jaque solo sirvió para aumentar su ardimiento; pero la fortuna, que le acariciaba tan constantemente, después de dos años convirtió sus halagos en desvíos, y el Dios de la victoria le abandonó. El intrépido corsario fue apresado de allí á algún tiempo, después de haber sostenido un recio combate cerca de la isla de Wigh, en donde probó como el héroe tebano, que no siempre sigue la victoria al valor. Cargado de hierros acabó sus días en el fondo de un fétido calabozo por el año de 1782. Tal fue el desgraciado fin de uno de los más bravos marinos que han surcado las aguas de la Mancha.

ADDENDA: Adiciones y complementos sobre la temática y motivos del articulo (Por Juan E. Prades):
- QUERBURGO: es el actual Cherburgo-Octeville, era una comuna francesa, que estaba situada en la región de Normandía, departamento de Mancha, en el distrito de Cherburgo y cabeza de partido de los cantones de Cherburgo-Octeville-1, Cherburgo-Octeville-2 y Cherburgo-Octeville-3, y que el uno de enero de 2016 se unió a las comunas de Équeurdreville-Hainneville, La Glacerie, Querqueville y Tourlaville, formando la comuna nueva de Cherburgo-en-Cotentin, y pasando las cinco comunas a ser comunas delegadas de la misma.
FILIBUSTEROS: Piratas del mar de las Antillas que saqueaban y atacaban las colonias, los barcos y las naves españolas del s. XVII, que comerciaban con las colonias españolas de América.
SAINT- MALO:
ISLA DE WIGH:
ISLA DE ROCKEN:
- Guerra anglo-francesa (1778-1783):

BIBLIOGRAFIA

Juan Alsina (2008): “Una guerra romántica. 1778-1783. España, Francia e Inglaterra en la mar”.


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